martes, 13 de noviembre de 2012

La gringa de Peguche

***SNN






Fabián Lema y Mique de Vet aprovecharon la visita de sus amigos y familiares para abrir una hostal.




Aunque ella es holandesa y él otavaleño, encontraron la forma de superar las diferencias culturales y criar una familia en 27 años de matrimonio.



La comunidad de Peguche (al norte de Otavalo) es famosa por sus músicos, sus tejedores y su imponente cascada. En una localidad mayoritariamente indígena, algo que llama la atención de los visitantes del Hostal Aya Huma (ubicado junto a unas vías abandonadas de tren) es su anfitriona: pelirroja y de ojos claros, que los recibe con un curioso acento y mucha energía.

 
 
Mique de Vet (56 años) nació en un pueblo cerca a la frontera con Bélgica durante la reconstrucción de Holanda tras la II Guerra Mundial. Llegó a Peguche hace más de dos décadas con su marido Fabián Lema (53), a quien conoció en Ámsterdam en 1985, cuando él hizo escala tras regresar de Suiza, donde vendía artesanías. Una amiga mutua (también llamada Mique) le pidió que la acompañara a recibirlo, “aún recuerdo la imagen de él en el aeropuerto, con su poncho y sombrero”.
 
 
 
Se hicieron amigos de inmediato, pues aunque resulte extraño, ambos compartían pasados similares. Crecieron en zonas rurales con familias numerosas, trabajaron desde pequeños y sufrieron discriminación por su condición social –ella señala que los campesinos holandeses eran rechazados por la gente de las ciudades– además trabajaron juntos como voluntarios de un grupo que difundía la cultura ecuatoriana en Europa: “Ecuador Activo“. “Nos unió el que teníamos los mismos intereses, pero lo que me impresionó fue su independencia”, afirma Mique.

 

Un año después de conocerse se casaron pese a la objeción de sus padres. Pero Fabián extrañaba su tierra y trajo a su esposa con él. “No fue tan difícil adaptarme porque yo siempre viví en el campo”, por el contrario, la holandesa se emocionó con el trabajo que podía hacer por la comunidad.
 
 
 
Cooperaron en la construcción de una casa comunal, organizaron talleres de tejedores y pusieron un restaurante para la gente del pueblo. “Recibíamos a mis amigos y hermanos cuando venían a visitarme y se me ocurrió que podríamos alquilar habitaciones”, cuenta ella.
 
 
 
Con el crecimiento del turismo en Peguche, los visitantes llegaron poco a poco. Además del hospedaje, los huéspedes pueden participar de ritos de la comunidad como el Temazcal (especie de sauna terapéutico) o la Pachamanka, plato de vegetales y carne cocinado bajo tierra en olla de barro como agradecimiento a la tierra.
 


Tres generaciones unidas. Mique y Fabián junto a sus hijos Tuamari y Pachakutik (desde la izquierda) y su nieta Kiriary.


Unión de culturas
 
Actualmente, más de 91 mil extranjeros residen en Imbabura, muchos de ellos con parejas ecuatorianas. Pero en los 80, la imagen de una “gringa” casada con un indígena era algo llamativo. “Los mestizos pensaban que ella era una antropóloga”, cuenta Fabián. En ocasiones, verla junto a su marido atraía las miradas prejuiciadas de la gente, en especial cuando estaban junto a sus hijos: Pachakutik (25) y Taumari (22). “A mí no me interesa quien es negro, azul o naranja”, resuelve Mique.
 
 
 
Sin embargo, ¿cómo fue la tarea de criar dos niños con culturas tan distintas? “Desde sus nombres, ella permitió a nuestros hijos identificarse con sus raíces indígenas”, explica Fabián, pero luchó para que aprendieran holandés llevándolos a cursos en Quito los fines de semana. Ahora, el mayor estudia Agronomía en Holanda y Taumari medicina natural, conscientes de su ascendencia europea, ambos se reconocen como indígenas
 

Por otra parte, si bien sus padres eran católicos, Fabián reconoce que su esposa “se ha arraigado a nuestra religiosidad indígena”, aunque a su manera. “Una espiritualidad libre” es como ella la define, Lema admite que su mujer es más activa que él con su cultura en este sentido: forma parte de sus tradiciones e, incluso, fue una de las primeras inscritas en la carrera de Desarrollo Cultural de la Universidad de Otavalo.
 
 
 
“Ahí aprendí teóricamente lo que viví aquí”, reflexiona Mique, “me han dicho que soy un puente entre culturas”. Y después de 27 años juntos, ¿cómo se sienten? “Cada día mejor”, responden al unísono. Explican que han aprendido a construir su vida en pareja y afirman que las diferencias los complementan más que separarlos.

 
 
Tejidos, música y naturaleza
 
Peguche se encuentra en la salida norte de Otavalo, esta población de cinco mil habitantes atrae turistas anualmente con su cultura y paisajes naturales. Los habitantes de la comunidad son conocidos por su habilidad en el tejido de chalinas, hamacas y los llamados “sacos de mil colores” hechos con telares rústicos de madera; también por la manufactura de instrumentos musicales como guitarras, charangos y flautas hechas con carrizos secos.
 
 
 
Ubicada a solo dos kilómetros del pueblo, la Cascada de Peguche es su mayor atractivo turístico. Rodeada por un bosque protector de 40 hectáreas esta caída de agua de 17 metros de altura es considerada un centro ceremonial indígena, donde las comunidades se dan baños purificadores durante el solsticio de verano en la noche cada 22 de junio.




Fuente: VISTAZO*

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