martes, 13 de noviembre de 2012

Ecuatoriano en el Capitolio

***SNN
 
 
 
 
 
 
"American DREAM". Trabaja en la Cámara de Representantes pero sueña con llegar a hacerlo en el Senado.
 
 
 
A veces, una débil frontera separa la realidad de la ficción. Esta es una historia de ellas y podría comenzar así: en mayo de 1978 nació un niño en la parroquia La Avanzada, cerca de Huaquillas. Lo bautizaron con el nombre de José María Guaillas Ordóñez.

Flavio Amaya y Piedad Carrión son padres de Flavio Amaya Carrión, un joven de 34 años, soñador, alegre y listo para comerse el mundo a través de los idiomas. Trabaja en el Capitolio para el congresista republicano John Shimkus y estos días vive a caballo entre Washington y Springfield, un condado del estado de Illinois.

La vida estudiantil de Amaya Carrión pasó entre Portoviejo y Machala. Las vacaciones pasaba donde su abuelita materna María Antonieta Guaillas. Le ayudaba a desherbar la chacra de maíz y jugó hasta el cansancio a la rayuela con sus dos tíos, Gonzalo y Doris, que apenas le aventajaban en edad.

Quisiera detener en este instante su memoria. Pero la prisa de un período contenido electoral en Estados Unidos lo regresa a lo que es hoy: senior correspondent, ese es el nombre de su cargo. Entre sus responsabilidades está tener al orden del día el flujo de comunicación entre el congresista y sus votantes. Ahora que es tiempo de elecciones también es administrador de campaña digital. La jornada se le va entre organizar la lista de donantes, producir y editar videos y boletines.

Tiene una maestría en Ingeniería de Sistemas de Strayer University y tres pasantes están a su cargo para cumplir sus responsabilidades. Amaya, el joven que se pagó los estudios paseando perros, aclara que no puede llegar más alto en el Capitolio, “porque soy extranjero, aunque tengo un deseo pendiente y alcanzable, llegar a trabajar para el Senado”.
 

Su verdadero origen
 
Entre la vorágine laboral, Craig Roberts, jefe de la oficina de Shimkus, por ejemplo, no sabe que Flavio no es Flavio, porque si la partida de nacimiento pudiera reescribirse revelaría que él es José María Guaillas Ordóñez. Lo que sí sabe Roberts es que el ecuatoriano es “un invaluable administrador de Sistemas de Información. Una persona que motiva, desafía y mantiene concentrados en cumplir con las responsabilidades a quienes trabajan a su alrededor”.

Un día la verdad llegó a sus oídos. No estaba preparado. Oculto detrás de una puerta escuchó una discusión entre su madre Piedad y su abuela María Antonieta. Cuando él tenía dos años, Piedad lo alejó de los brazos de su verdadera madre, María Antonieta. “Le tienes que decir a Flavio Stalin que yo soy la mamá y tú la hermana de él”, le conminaba la madre. “Mamá, quedamos en que no le ibas a decir nada, yo le estoy dando la oportunidad que tú no le estás dando a tus otros hijos”, respondió la hija. Flavio tenía 15 años y el mundo se le vino encima.

Esta revelación le impactó. No creció con su verdadera madre, pero tuvo un padre, militar, estricto y exigente, a quien se le cortó la voz y no pudo contener sus sollozos hablando de su hijo. “Fue un excelente niño. Nunca perdió un año en la escuela ni en el colegio”.

Piedad y su esposo no podían tener hijos. A los 19 años ella se llevó al niño a vivir a Portoviejo. La verdadera madre era pobre, viuda y con dos hijos más. Ya no se llamaba José María sino Flavio. Su lugar de nacimiento no era La Avanzada sino Portoviejo.

 
Soy gay y no lo oculto
 

ESPECIALISTA. Estudió Sistemas de Información en la universidad. Se pagó su carrera con su trabajo de pasear perros.
 
 
Llegó hace 12 años a Estados Unidos, antes vendió pastelitos en Argentina y salchipapas en Quito, mientras estudiaba latín en la Universidad Católica. A Washington dio el salto tras aplicar una visa para estudiar inglés.

En su recorrido por la vida aún tiene algo más que decir. “Soy gay y no oculto mi condición”. Así de frontal fue durante la entrevista de trabajo con el congresista Shimkus. “No te estoy dando este trabajo porque eres gay, sino por tu currículum. Además puedes ayudarme con mis votantes hispanos”, le respondió el político.

Saber que Flavio era gay fue un trago amargo para el papá adoptivo. Le reprochó. Le puso unos 50. 000 sucres en el bolsillo y lo desterró de casa. Ninguno de estos sinsabores ha puesto en duda el cariño que Flavio tiene por sus dos madres, sus hermanas y su padre.

Ahora, años después, las palabras de Flavio padre ya no hablan de un vástago inmerecido, sino de uno “generoso, cariñoso, que no olvida”.
 

Quichua y mandarín
 
“Era de piedra y aquí me hice de mármol. Con mi inglés quebrado busqué dónde para vivir. Hasta que encontré una familia que me dio albergue a cambio de limpiar, cocinar, cuidar los perros, traer y llevar a los niños a la escuela”. Más tarde trabajó como pasante en la Embajada de Ecuador en Washington y hoy, como dice Roberts: “Su conocimiento del desarrollo y el manejo de los websites es inigualable. Tenemos suerte de tenerlo en nuestro equipo”.

Pablo Yánez, excónsul del Ecuador en Washington, lo recuerda como “un joven eficiente, entusiasta y muy despierto. En el Capitolio trabajó en la coordinación de un evento con los floricultores ecuatorianos y congresistas, lo hizo perfecto”, comentó Yánez.

 
Cuando le queda tiempo de los viajes, como el de la última convención republicana en Tampa, donde fue asistente personal de Shimkus, se entrega al aprendizaje del mandarín; el quichua lo entiende y lo habla. Desciende de indígenas saraguros y cuando hay la ocasión se viste con el atuendo característico.

Para su amigo en Ecuador, Isaac Zambrano, “no se puede esperar más de un ser humano con ilimitados deseos de superación, transparente, íntegro y leal. Él es un ejemplo para todos. Desde niño fue un excelente deportista, le encantaba la oratoria y el canto”.

Se desvive por volver al Ecuador, no puede hacerlo hasta obtener la residencia. Cuando ese día llegue, su padre quizá le susurre al oído lo que le dijo a esta revista: “Nos sentimos orgullosos de él”. El hijo tal vez le agradecerá con una sola palabra, “yupaychani” (gracias en quichua). Si así ocurre los dos honrarán lo que dijo el poeta alemán Friedrich von Schiller: “No es la carne y la sangre, sino el corazón, lo que nos hace padres e hijos”.
 
 
 
 
Fuente: VISTAZO*
 
 
 

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