jueves, 1 de noviembre de 2012

Bahía de Caráquez

***SNN







El soportal de aquel hostal construido en madera alberga todos los días a sus clientes frecuentes. La gran mayoría de ellos fluctúan entre los cincuenta y setenta y cinco años.


Por: John Dunn Insua
dunnarq@gmail.com |

 
El gran evento que disfrutan a diario es sentarse en el porche del hostal, compartir un par de cervezas y contemplar el silencio de aquella calle, llena de árboles y palmas africanas. No se ve el mar; pero se lo puede oler. Todos se dejan llevar nuevamente por la tranquilidad del lugar.



En tal escenario, me tocó ser testigo de un particular encuentro.


Bajo la sombra del soportal estaba un personaje, al que he apodado el General. Peinado militar, usa gafas y camiseta hawaiana. El sobrepeso lo ha obligado a usar un bastón para caminar. Habla su inglés con acento sureño; y refleja esa singular disciplina, exclusiva de los militares y de los religiosos.


De pronto, entra quien es conocido por todos como el Checo. Se dedica a vender –entre otras cosas– café molido a los restaurantes del lugar.


Mientras espera que lo atienda el dueño del hostal, el Checo saluda con el General, quien le devuelve el saludo, con la misma cortesía. “¡Lindo día!”, comenta el Checo. “¡Definitivamente!”, le responde el General; “por días como este debemos dar gracias a Dios”. El Checo le responde con una sonrisa descomplicada, que él no cree en Dios. La reacción de el General no se hace esperar: “¡Ah! Entonces, ¡tú eres uno de esos que cree que la Biblia no es más que un montón de palabrerías sin sentido!”. El Checo refuta la sentencia del General; afirmando que su ateísmo no le impide apreciar la Biblia como un libro lleno de sabiduría, e indispensable para el conocimiento profundo de Occidente. “¡Ah, cierto! ¡Es que tú vienes de Europa Oriental! Seguramente, creciste ajeno a la palabra de Dios; y te han de haber hablado constantemente sobre esas ideas alienantes del comunismo”. El Checo responde que, definitivamente, él creció en una sociedad diferente a la norteamericana. “Sin embargo, no recuerdo que habláramos solamente sobre el comunismo, tal como usted afirma. Estoy seguro que usted no se la pasaba hablando solamente sobre el capitalismo, ¿verdad?”. Afortunadamente para el General, el administrador del hostal aparece para atender al Checo, y eso impide que lo encuentren en jaque, incapaz de dar contrarréplica alguna. Fin de la escena.



Bahía de Caráquez es una de esas ciudades ecuatorianas que resultan atractivas para extranjeros ansiosos por instalarse en un lugar cómodo y tranquilo, donde poder disfrutar su jubilación. Seguramente, anécdotas semejantes a la anterior se viven también en Cuenca, Otavalo, Cotacachi y Salinas; que son los otros sitios escogidos por esta nueva ola de migrantes extranjeros de la tercera edad.


Vivimos una época enriquecedora, en la que somos el punto de encuentro entre varias culturas. Esto no solo ha generado un nuevo mercado inmobiliario aún ajeno a los promotores locales. Posiblemente, este evento se convertirá en un interesante ingreso de divisas. Si manejamos bien la situación actual, puede que estemos en camino a convertirnos en un atractivo inmobiliario; mucho más rico y diverso que Costa Rica o la ciudad de Panamá.





Fuente: EL UNIVERSO*


 

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