domingo, 10 de abril de 2011

Albergue acoge animales heridos

***SNN

Atención. Una de las jaulas alberga a esta tigrilla ciega que no puede regresar a su hábitat.
Dayse Pico | Expreso Redacción Manabí
Defecto impide que regresen a los bosques

Monos, aves, felinos y reptiles reciben atención en el centro de rescate de la Universidad Técnica de Manabí, tras agresiones.


Son graciosos, inquietos y todavía conservan ciertas reacciones de su instinto silvestre, pero también muestran las huellas del maltrato que sufrieron alguna vez, mientras estuvieron en cautiverio, sin los cuidados que demandan especies como ellos.


El prezoológico del Centro Rescate del Jardín Botánico de la Universidad Técnica de Manabí se ha convertido en el lugar de reposo de decenas de animalitos, de diferentes especies, que han pasado por experiencias violentas.


La vivacidad que demuestra Huguito, un mono araña (Ateles fusciceps), hace pensar que si es devuelto a su hábitat natural, en el bosque, podría llevar una vida normal, pero un intento de liberarlo demostró que su edad (32 años) y domesticidad lo llevarían a la muerte.


Huguito, es un chimpancé y su hogar natural está a lo largo de la Costa, desde Manabí hasta Esmeraldas. Su especie fue declarada hace más de 10 años en peligro de extinción, pues se conocía que vivían 150 mamíferos como él.


Por esa razón, está en análisis su traslado al centro de rescate Jambelí, ubicado en la vía Guayaquil-Machala, según Carlos Solórzano, encargado del Centro de Rescate de Portoviejo. Recuerda que el primate fue recogido hace dos años en la vía a Charapotó, se encontraba en muy mal estado. Durante la charla, Huguito extiende la mano y saluda a los visitantes con un apretón.


Mientras el animalito hace gestos, la mica Martina se entretiene golpeando dos piedras una contra otra. “Ella es la inventora”, revela Sólorzano.


Esta hembra tiene 15 años y llegó al centro totalmente destrozada luego de huir de la casa donde la tenían, durante el escape cayó en un patio en el que varios perros la atacaron de una manera salvaje.


La propietaria de los canes la encontró con vida y la llevó hasta el lugar, donde su rehabilitación duró tres meses.


Otras especies
De todos los primates que comparten la jaula, el más inquieto es Pancho, un mico macho que se muestra agresivo y emite un agudo chillido ante los visitantes. Esa reacción se debe a que el hombre que tenía en su poder al animalito lo mantenía amarrado y lo golpeaba.


Su dentadura revela la violencia que sufrió. Sus colmillos estaban astillados cuando llegó al albergue e incluso hubo que extraerle una pieza que emanaba mal olor. Pancho, que tiene 27 años, además estaba infestado de ácaros, por lo que tenía deteriorado el pelaje.


Un par de jaulas más adelante, en medio de la vegetación tropical, esta una tigrilla burricon ocelote (Leopardus pardalis), que aún no tiene nombre. Ella fue rescatada en Santa Ana cuando era comercializada en el mercado de ese cantón manabita.


Su condición era lamentable a su llegada, presentaba dos machetazos, uno en la nuca y otro en la panza, sus ojos estaban fuera de su órbita, producto de lo cual quedó completamente ciega.


Por instinto, ella no agrede a quienes limpian su jaula y cuando le llevan la comida (carne) sube a un tronco y permanece ahí hasta que siente que se ha vuelto a quedar sola.


El hábitat natural de esta especie se distribuye en los bosques de las zonas costeras y tropicales. Las autoridades han registrado un descenso de estos ejemplares debido a la caza indiscriminada ya que su piel es comercializada.


Avanzando por el sendero del centro, se llega a un lago en el que conviven 16 tortugas, 13 acuáticas y tres terrestres junto a un gaviotín. Los quelonios acuáticos fueron introducidos desde Colombia y permanecen en el albergue desde el 2003 porque no pueden ser devueltos a su lugar de origen.

Jardín Botánico
Las tres motelos, tortugas terrestres del Oriente, fueron rescatadas en el 2006, 2007 y 2010, respectivamente y tampoco pueden ser devueltas a su hábitat ya que quedaron retenidas , porque tuvieron una mala nutrición lo que generó que crezcan con deformaciones en sus caparazones, incluso una de ellas tiene el cuerpo más grande que su carapacho.


El gaviotín fue rescatado en Crucita el año pasado. Cuando llegó al centro de rescate, el ave tenía el ala derecha destrozada y además estaba infestada de gusanos por el estado de putrefacción por lo que tuvieron que amputarle esa extremidad para salvarle la vida.

De todos los animales que viven en el albergue hay uno que sabe llamar la atención. Todos los días al llegar a su lugar de trabajo, Solórzano pasa una mirada por la jaula de las aves y enseguida va a buscar el alimento para los animalitos.


Una aguda voz, es la que hace que acelere el paso. “Carlos ven acá… Carlos ven acá”, lo llaman con un tono que a ratos cae en la desesperación.


La petición viene de una lora real que fue retirada del hogar donde vivía en el 2009, pues su propietaria la sobrealimentaba y el animal creció desproporcionadamente.


Solórzano cuenta que el animal, de 20 años de edad, tenía el pico blando cuando llegó al centro. Esto porque la mujer alimentaba con papilla a la lora lo que hizo que el animal se inflara como un balón de fútbol y llegara a pesar dos kilos, casi el doble de lo que un ejemplar de su especie debe pesar.


Por ese motivo, el animalito fue sometido a un estricto régimen alimenticio y aunque recuperó su tamaño normal, perdió toda capacidad de defenderse en la naturaleza. En la jaula también hay dos caretirrojas, una de ellas llama la atención, pues cuando llegó donada esta tenía el pico deforme, es decir la mitad de él no lo posee.


Otro huésped singular es el “Mono Lucho”, que es un animal famoso en el barrio de San Pablo, en Portoviejo. Su fama no se la debe a sus gracias, sino porque su antiguo dueño le enseñó a robar. El animal ingresaba a las casas, tomaba el pan y otras pertenencias de fácil manipulación y se las llevaba.


Los moradores ya conocían el “modus operandi” del hombre y el monito, así que un día un vecino capturó al animal e intentó matarlo.


Durante el ataque, el hombre le cortó una mano al “Mono Lucho” pero ante los ruegos de otros moradores como Tiolinda Mendoza, el primate no fue sacrificado y más vale consiguió un hogar, en el que permaneció por 11 años.


Tras ese lapso, la mujer decidió que era tiempo de que Lucho vaya al albergue, pues en su casa vive un menor de cuatro años y todos temen un ataque del animal, que a su llegada al centro fue revisado y todos se sorprendieron al conocer que no era macho, si no hembra.

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